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HUESOS “DEGOBERNADOS”
En los diversos pueblos de la
provincia: Albox, Níjar, Turre, Macael etc, se advierte la existencia de un
sanador prodigioso casi siempre hombre, particularmente especializado en
componer los huesos “degobernados”. luxaciones y esguinces. A veces también
sabe curar quebrancías[1] y
“cuerdas montadas” (tendinitis). Son personas con habilidades y facultades
especiales (no mágicas) para reconocer y sanar tales lesiones, tal como lo
haría un quiropráctico o un moderno fisioterapeuta. También se acude a
poblaciones lejanas a “arreglarse los huesos”. Una informante me aseguraba que
“Desde Cantoria a Granada ha ido gente a
un hombre que arregla los huesos” (1988).El sanador en este caso reconoce al
enfermo. Si es que el hueso “está roto”, dice “esto no es pa mí” y envía al
enfermo directamente al médico. Si por el contrario el hueso no está “quebrado”
sino solo “degobernado” o se trata de una “cuerda montá”, procede a su sanación
dando masajes (son las llamadas “pasás”) con los dedos en la zona afectada y la
cuerda o el hueso vuelve a su sitio.
No
obstante hay sanadores que curan los huesos “degobernados” sin la presencia del enfermo. En Locaiba
(Albox) una mujer reza el “daño” desde su casa, sin que acuda a ella el enfermo
(1986).En Macael hay una mujer que cura luxaciones, fracturas, “carne cortá” y
“cuerdas montás”. Da “pasás” con suavidad, menea las manos con movimientos
especiales (gráciles, suaves, continuados); manda a por “una peseta de cinta
negra” que lía a la parte lesionada. Tras los masajes “a los tres
o cuatro días, a trabajar”. Cura manos, pies, tobillos “recalcaos”[2],
muñecas abiertas etc. En Vélez Rubio hay un hombre que “pone bien los
huesos”.Da “pasás” con un agua que saca de una “zafilla”[3]
(1987).En Albox (1992) hay un hombre que entiende de “brazos quebraos” y pone
los huesos bien. Estos personajes a veces usan emplastos a base de agua y
harina que ponen sobre la parte inflamada durante un tiempo. Utilizan también el vinagre y el
aceite. El aceite por aquello de “Échate aceite, y si no te curas te pondrás
reluciente”
CAPÍTULO II
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